(FNM) Buenos Aires. Mientras Chile incorpora a la Armada su segundo Patrullero de Alta Mar, íntegramente construido en el país, el supuesto programa argentino – contemporáneo de aquél-, todavía está en “etapa de diseño”.
El 20 de junio de 2007, con motivo de la botadura del “PILOTO PARDO”, primero de una serie de Patrulleros de Alta Mar construido en Chile para su Armada, publicamos una nota editorial a la que titulamos “Anuncios vs. Realizaciones”.
Reflexionábamos entonces sobre el contraste entre los logros genuinos alcanzados en el país hermano, y la retórica que sobre el mismo tema se exhibía a este lado de los Andes.
Pasados más de dos años de la botadura de aquella unidad, ya integrada al servicio de la Armada trasandina, se concretó hace pocos días la incorporación del segundo barco de la serie: el Patrullero “COMANDANTE TORO”.
En una ceremonia que los medios chilenos reflejaron como “muy emocionante y tradicional”, y con la presencia de la Presidenta Michelle Bachelet, se sumó a la fuerza naval esta nueva nave, totalmente construida en los Astilleros y Maestranzas de la Armada (Asmar), de Talcahuano.
El citado patrullero constituye la segunda construcción naval del proyecto Danubio IV. Durante el comentado acto, el comandante en jefe de la Armada, Almirante González, anticipó la construcción de una tercera nave que estará destinada al área norte de Chile, y operará desde Iquique. El jefe naval dijo al respecto: “esperamos iniciar este proyecto una vez que esté en el agua el Buque Oceanográfico “Cabo de Hornos”, que debiera estar con su botadura el día 26 de febrero”, recordando así que el plan de construcciones navales chileno no se limita a proyecto Danubio. Agregó finalmente, que un cuarto Patrullero -último de la serie- , será oportunamente apostado en la sureña ciudad de Punta Arenas.
González explicó que estos buques “tendrán roles de vigilancia de los espacios marítimos, el resguardo de la seguridad de la vida humana en el mar, el apoyo de las zonas aisladas, el control de la contaminación y la protección de infraestructura marítima y del medio ambiente en la Zona Económica Exclusiva, permitiendo el control de todos aquellos buques que se adentren en el contexto de las 200 millas”.
Las crónicas recogen también las palabras del Ministro de Defensa trasandino, quien dijo en la ocasión, que “se cumplió otro compromiso. Este es un plan que la Presidenta realizó cuando era ministra de Defensa y se llama Danubio IV. Hemos entregado dos patrulleros y ahora, en consecuencia, viene la construcción de un tercero”.
Mientras esto ocurre en la hermana Chile – y a no dudarlo, seguirá ocurriendo-, todo ha sido “jueguito para la tribuna” en estas longitudes.
Reconocido oficialmente como un proyecto nacido a fines de 2003, la construcción de cinco Patrulleros Oceánicos Multipropósito para la Armada Argentina, ha sido presentada una y otra vez como una iniciativa que actuaría como “motor de desarrollo para la industria naval”, “distribuidora de beneficios”, “maximizadora de ahorro de divisas”, y hasta como un “ejemplo de cooperación con Chile”.
Nunca fue posible sin embargo, saber cuándo, dónde y con qué presupuesto el gobierno argentino se comprometería a hacer construir las unidades.
Una de las últimas referencias públicas sobre el tema, fue proporcionada por la Ministra de Defensa, Nilda Garré en ocasión del Día de la Armada, el pasado mes de mayo. La funcionaria anunció entonces: “se ha dado inicio al programa de construcción de los Patrulleros Oceánicos, que transita aún su etapa de diseño…”.
Ciertamente, se trata de un proyecto de “tránsito lento”.
En realidad, y esto es perfectamente comprobable, nada serio y concreto ha ocurrido en los últimos años en materia de construcciones navales, ni de renovación de la vieja flota de buques públicos argentinos.
Y en este punto, vale la pena recordar, que nos estamos refiriendo a un proyecto que contempla el reemplazo de unidades que ya han superado holgadamente los SESENTA AÑOS de vida, que las capacidades operativas en juego resultan tan imprescindibles como ajenas a cualquier consideración “ofensiva”, o “armamentista”, y que su construcción implicaría – efectivamente- un gran estímulo y desafío para la industria naval local.
Sólo la diferencia de convicciones profundas sobre la importancia del mar para las dirigencias de las respectivas naciones, puede explicar que un mismo discurso signifique tan diferentes cosas, a una y otra “punta del camino”.
Soporte conceptual para concretar acciones, en una punta.
Vana palabrería para impresionar, en la otra…
09/09/09
NUESTROMAR
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