El contingente chileno ha cumplido su misión de aportar a la paz de Haití desde 2004, pero se trata de una seguridad prestada para la nación caribeña y por eso la tarea ahora se concentra en potenciar a la policía local. Ahí podría estar el ticket de salida de los cascos azules de la ONU, lo que en todo caso se estima no ocurrirá antes de 2011.
Juan Pablo Toro
Desde Haití
Una espigada mujer haitiana asciende por las caóticas calles de Puerto Príncipe con un canasto sobre la cabeza lleno de plátanos y mangos. Mientras avanza sin apuro con la vista al frente, de milagro esquiva hoyos, escombros y toda clase de obstáculos en un camino polvoriento que debiera ser una vereda. La estabilidad es total, pero también frágil. Basta que una de sus sandalias tropiece con una piedra para que toda la carga que lleva encima se vaya al piso.
Esta postal de la capital haitiana, explica bien la situación en que se encuentra la empobrecida nación caribeña cuando falta poco para que en marzo se cumpla el quinto aniversario de la llegada de tropas internacionales que operan bajo el emblema celeste de Naciones Unidas.
La situación ha progresado visiblemente desde febrero de 2004, como lo evidencian un puñado de semáforos -antes sencillamente no habían-, los hombres de negocios haciendo tratos en los salones de los hoteles caros, los almacenes que venden materiales de la construcción y las pequeñas pilas de basura que reemplazaron las montañas de desperdicios que antes aromatizaban el paisaje.
También los enormes manchones de oscuridad que cubrían la capital por la noche han retrocedido y las luces vuelven a salpicar las colinas y las avenidas donde se reparten dos millones de personas.
Es cierto que los cascos azules, entre los cuales hay un contingente de 526 militares y policías chilenos, prosiguen circulando por las calles de esta ciudad y otros pueblos en sus camionetas blancas y con sus armas listas. Aunque poco a poco empiezan a compartir los espacios con los policías locales. Una especie exótica años atrás, por así decirlo.
Incluso los episodios de violencia han bajado, de otro modo los jóvenes de las organizaciones no gubernamentales chilenas no llegarían en masa como sucede hoy, como si se tratara de los trabajos de verano de una universidad cualquiera en Chiloé.
Pero cuidado, las piedras en el camino de Haití siguen ahí.
La hora de la policía
Enclavado en el corazón de Cité Soleil, un barrio marginal donde uno podía ver hace tres años a pandilleros armados, bebiendo ron en las esquinas a plena luz del día, se levanta hoy el cuartel de la Policía Nacional Haitiana (PNH) conocido como "Strong Point 16" (o punto fuerte 16).
Sus paredes de cuatro metros de alto pintadas de blanco y azul relucen entre las casas grises y las pozas de agua estancada de esta población que empezó a ser recuperada de las manos de los delincuentes a fines del 2006 y donde se han librado duros combates, como evidencian las cicatrices de balas que llevan muchas paredes alrededor.
Los nuevos fusiles de los agentes incluso brillan bajo un sol potente, mientras sus uniformes beige parecen sacados de la lavandería. Tampoco les faltan las coderas y rodilleras de plástico negras, que impusieron en el mundo de la moda militar los estadounidenses.
"Estamos apoyando el desarrollo de una Policía Nacional Haitiana fuerte, que sea respetada y respetable", explica el ministro de Defensa, José Goñi, quien en compañía de la subsecretaria de Carabineros Javiera Blanco y parlamentarios de la Comisión de Defensa, realizó una corta, pero intensa visita a este país entre el 1 y 4 de febrero.
Su objetivo fue lanzar junto con representantes de Argentina y Brasil el Grupo de Trabajo Técnico para la PNH, una medida que busca ordenar la capacitación de agentes haitianos en el extranjero, pero a la vez implementar planes concretos de modernización en terreno asociados a metas, países y plazos precisos. Varias naciones que están en la misión de paz y otras que no, ya han comprometido su participación en este esfuerzo donde Chile lleva la iniciativa.
"Este acuerdo permite garantizar la formación y el equipamiento de la policía a fin de que pueda hacer su trabajo con profesionalismo", asegura a la prensa la primera ministra de Haití, Michèle Pierre-Louis, tras firmar el acuerdo con Goñi y compañía.
En la actualidad, Haití cuenta con unos 8.500 policías para una población de nueve millones de personas, es decir, 0,94 agentes por cada 1.000 habitantes (En Chile, el promedio es de 2,6 por cada 1.000). Una dotación a todas luces insuficiente, si se tiene en cuenta que las tropas extranjeras con 9.000 representantes aún los superan en número.
Secuestros en baja
La consolidación de esta fuerza se considera indispensable para que este país -donde el 80% vive en la pobreza, con menos de 1.200 pesos chilenos al día- empiece a hacerse cargo de su propio futuro y vaya progresivamente relevando de la tarea de la seguridad a los cascos azules.
"La seguridad pública es la base de la estabilidad política y a su vez la estabilidad política es la base del desarrollo económico", sostiene el ministro Goñi tras firmar el acuerdo en el Palacio Presidencial y antes de dirigirse al SP16 y otras unidades policiales.
Pero la tarea no es fácil. Los intentos por conseguir una meta de hasta 14.000 efectivos de la PNH en 2011 chocan con las dificultades para reclutar personal idóneo, la escasez de recursos y la falta de una cultura policial. También está la realidad delictiva interna, donde los desafíos son complejos hasta para un país más desarrollado.
"Tenemos que combatir crímenes transnacionales, como el tráfico de drogas y el tráfico de personas", afirma el director general de la PNH, Mario Andresol, en un pasillo del Palacio Presidencial. "Lamentablemente los narcotraficantes están ocupando nuestras islas, las Antillas, como punto de tránsito de la droga que va hacia Estados Unidos y Canadá", agrega el general.
Cargamentos de cocaína producida en Colombia que salen vía Venezuela hacen aquí una escala aérea o marítima en su largo camino hasta las narices de los consumidores de América del Norte, como constatan los informes del Departamento de Estado estadounidense.
Sin embargo, no todo está yendo cuesta abajo. Los secuestros se han reducido desde 600 en 2006 a sólo 70 el año pasado. Y más de 750 jefes de pandillas han sido arrestados.
Tickets de salida
Después de haber visitado las tropas chilenas en Haití, el ministro Goñi admite sentirse "emocionado" por la "convicción infinita" que pudo ver en las tropas desplegadas entre Puerto Príncipe y Cap Haitien.
Porque para él lo que ha ocurrido en estos últimos cinco años "es notable", partiendo de la base que se llegó a un país al borde del colapso total, tras la rebelión que expulsó al presidente Jean Bertrand Aristide en febrero de 2004.
A su juicio, la llegada de los cascos azules permitió, en primer lugar, evitar una matanza de proporciones africanas y luego, crear un clima que ha permitido el desarrollo de elecciones (hay parlamentarias en abril).
También menciona la existencia de un gobierno central y un congreso, que pese a sus limitaciones, funcionan sin interrupciones. Por último, apunta a los progresos materiales como calles asfaltadas o la mayor cobertura de la red eléctrica.
"Pero queda mucho por hacer en materia de desarrollo e instituciones", reconoce. Cada año 150.000 mayores de 18 años se incorporan a la fuerza laboral y el hambre crece por la carestía de alimentos tras el azote de los últimos huracanes y el alza de los precios internacionales.
Consultado sobre la permanencia de las tropas chilenas en el lugar, aclara que el tema debe ser mirado como un tema de Estado, ya que es Chile y su papel en el mundo lo que está en la balanza. "Acá no hay espacios para discusiones pequeñas, debe haber una visión de país y de largo plazo", afirma el ministro, aunque precisa que el 2011, cuando se hayan realizado las elecciones presidenciales en Haití, será una fecha propicia para evaluar el tema en su conjunto.
Apaciguando el polvorín
El Congreso chileno, que aprueba o rechaza la estadía de tropas en el extranjero, también tiene su visión.
"Vemos la necesidad de que las tropas chilenas se mantengan, por lo menos hasta el término del gobierno del Presidente Réne Préval", dice el diputado PPD Jorge Insunza, minutos antes de dejar Haití. Pero también contesta que le gustaría una acción más decidida de la ONU en desarrollo social.
Al igual que a Insunza, al diputado UDI Eugenio Bauer las enormes precariedades de desarrollo también le plantean interrogantes, pese a coincidir en el buen papel jugado por los soldados chilenos: "El país está en una situación difícil, aunque algunos reconocen mejoras. Ninguna sociedad sostiene un 60% de cesantía. Eso la transforma en un polvorín que en cualquier momento puede estallar".
Préval, otro que tiene parte en el asunto, ha sugerido que los casos azules deberían quedarse hasta por lo menos el final de su período. Eso, sumado a la meta de la PNH de contar con 14.000 agentes para controlar el país, conduce de nuevo al 2011, fecha donde podrían emitirse los tickets de regreso para las últimos militares y policías chilenos que sigan allá.
Mientras tanto, ellos seguirán ayudando a garantizar la estabilidad que se necesita para que esta nación siga desarrollándose a ritmo lento -pero avanzando- y no tropiece con un obstáculo que mande al piso la gran canasta de seguridad, donde hay espacio para un pequeño progreso real que venía siendo esquivo.
Orden y "Patrie":
62 haitianos se formarán en Carabineros este año
La policía de Haití es una invención reciente. Vio la luz en 1995, un año después de que el entonces Presidente Jean Bertrand Aristide, repuesto en el poder con la ayuda de Estados Unidos, disolvió el ejército que cuatro años antes lo había derrocado. Desde entonces, su comportamiento ha tenido altos y bajos, algo esperable en un estado fallido, donde las instituciones son tenues.
Un caso que hoy revienta los titulares de la prensa local se refiere a la detención de 19 agentes y 7 funcionarios judiciales por haberse apropiado de un botín de más de 10 millones de dólares incautados en el allanamiento a la casa de un narcotraficante en Port-de-Paix, en el norte. "Uno de nuestros desafíos es combatir la corrupción", admite el jefe de la policía Andresol y destaca que todos los involucrados están en la cárcel.
En la Academia Nacional de Policía es justo donde se busca crear esa fuerza limpia y capaz de garantizar una seguridad pública sostenible. Y el hecho de que en un momento ahí se entone el himno de Carabineros "Orden y Patria" no es coincidencia.
Al menos cuatro miembros del alto mando de la PNH han estudiado en Chile y decenas de oficiales lo están haciendo o lo van a hacer siguiendo un modelo que dicen admirar. Carabineros recibirá 62 agentes en Santiago este año.
Las instalaciones de la Academia son impecables y una fila de reclutas ni pestañea cuando se les pasa revista. La moral parece alta entre estos aspirantes a policía, sin dejar de lado que para algunos, este será uno de los mejores trabajos que puedan conseguir, con una paga de 360 dólares al mes al estar recién egresados.
"La situación de mi país es difícil y no puedo aceptar el nivel de violencia actual", dice convencido el cadete Alphonse Pierre-Eugene, de 29 años, que vino desde Les Cayes para enrolarse en la policía. "Haremos todo para ayudar a la gente", añade en un español afrancesado mientras sus colegas asentían con la cabeza. El resultado aún está por verse.
8 feb 2009
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