El sismo despertó a la tripulación del PSG "Ortiz", atracado al molo de la Base Naval de Talcahuano.
SOLEDAD NEIRA
"No esperamos a que nos dieran una orden: zarpamos", cuenta el capitán Carlos González, comandante del "Ortiz", el PSG (patrullero de servicios generales) de la Armada. El buque, de sólo 49 metros de eslora (largo), logró salir a tiempo y pasó el maremoto navegando frente a las costas de Talcahuano.
El "Ortiz" venía desde Iquique con rumbo a Puerto Montt, para reforzar la flota de la nueva V Zona Naval. Pero en la madrugada del 27 de febrero estaban en la Base Naval de Talcahuano, donde recalaron para reabastecerse.
"Dormíamos en el buque, atracado al Molo 500, cuando se produjo el terremoto", relata el comandante González.
"El buque partió vibrando, igual se siente en tierra", sólo que las cosas no se caen porque todo está preparado para malas condiciones en el mar. Se dieron cuenta que era un terremoto. Entonces, de acuerdo con el protocolo establecido, sin preguntar a nadie inició las maniobras de zarpe.
"Antes de media hora", asegura, apurados zarparon junto a una fila de unos 10 buques navales (entre ellos el "Aquiles", el "Piloto Pardo" y submarinos), pesqueros y remolcadores que abandonaron la bahía.
Sin mayor visibilidad
"Estaba oscuro, había luna, pero estaba nublado, así es que la visibilidad no era buena aunque podíamos ver muchos buques", y pese al alto riesgo de colisiones en esa situación, salieron sin problemas.
González no recuerda sirenas de buques o de bomberos, aunque cree que tal vez las hubo, pero no las escucharon porque su única meta era poner el buque a resguardo en el mar. "El riesgo estaba en la costa", dice. Sí recuerda que en la Base Naval no se cortó la luz, porque la divisaban desde lejos.
Ya en alta mar, y en el este de la Isla Quiriquina, "donde había muchos buques navegando", se coordinaron. Por un canal VHF Marítimo recibían instrucciones desde el "Aquiles", que disponía ir hacia el norte, y luego hacia el sur.
No hubo tiempo para sentir miedo, asegura, porque la lucha era dura para evitar que el buque se fuera contra la costa. "El mar nos hacía maniobrar difícilmente, nos tiraba hacia afuera, hacia la costa", cuenta.
Ignoraban lo que estaba pasando en la costa. No les funcionaban los celulares. Varios de los 31 tripulantes tenían a sus familias en Talcahuano. El capitán tampoco supo de su hogar en Puerto Montt.
Tras 7 horas reingresaron a la bahía, haciendo el quite a contenedores, techos de casas, muebles y barcos hundidos. Algo que nunca imaginaron.
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